Sin lugar a dudas el establecer límites y reglas con los niños es un trabajo que debe realizarse día a día con paciencia y constancia, pues la frecuencia es lo que nos ayudará a sobrellevar mejor las cosas, tanto nosotros como los pequeños, y así, tener una convivencia juntos mucho más amena.
El hecho de que se trabaje todos los días es para que tanto el niño como nosotros podamos aprender que cosas se toleran más que otras y cuáles de estas no están permitidas, sin embargo, también podemos explicar el porqué.
Debemos recordar que los niños en ocasiones desconocen algunas cosas que para un adulto podría parecerles obvias, esto por su edad madurativa y que están constantemente en un proceso de aprendizaje diario, como por qué tirar la basura en su lugar o porqué deben lavarse los platos o incluso por qué no deberían brincar en el sofá. Cosas que, si bien, para nosotros adultos parecen sencillas de comprender, quizá para los niños resulte en otra cosa o que no entiendan en su totalidad, por lo que es importante aclararlo, tratar de explicar al niño el porqué de la situación, esto puede permitir un mayor entendimiento por ambas partes, acerca de lo que puede llegar a suceder si la acción continúa su curso y que puede pasar si no se acata como se debería.
Debemos siempre tener en cuenta el respeto mutuo, porque un niño, independientemente de su edad, es una persona que merece el respeto como individuo, así como los padres también necesitan de ese respeto, es algo mutuo y recíproco.
Poner límites no significa ponernos al nivel del niño, si no a su altura, ¿esto qué quiere decir? No ponerse a su nivel significa no gritar como él, no patalear como él o no golpear, sino ponerse a su altura, para que así el niño pueda vernos al rostro directamente y buscar un hueco en aquel llanto o rabieta, para así, encontrar un momento de reflexión con él, siempre manteniendo la calma, ya que no solo somos el adulto, sino también la figura de autoridad y el ejemplo a seguir.
Sabemos que es un trabajo difícil y como padres no hay que desesperarse aún y cuando se traten de lugares públicos o tengamos una visita en casa, la actitud y porte deben ser siempre los mismos, firmes, y mantener la calma en especial si se trata de algún berrinche o rabieta, ponerse a su altura y buscar un espacio para la reflexión, en caso de ser necesario, lo que podemos hacer es retirarnos de lugar, por ejemplo, si nos encontramos en la sala y sucede una rabieta, trasladarnos al comedor o cocina en donde puede ser algo más tranquilo y de igual forma, hacernos de un espacio para con nuestro niño y poderle hacer preguntas así como reflexionar, aquí van algunas de esas preguntas:
¿Qué pasa?
¿Te encuentras bien?
¿Te duele algo?
¿Qué necesitas?
Es importante que si las demandas del niño no son las adecuadas, como de necesidades fisiológicas y más que nada son cuestiones de caprichos o algo similar, debemos no ceder, ya que puede abrirse a interpretaciones como “si lloro, papá seguro me comprará esto” o “si grito mamá tendrá que dármelo”, es importante identificar la necesidad a tiempo y evitar las cuestiones de darle las cosas para que deje de gritar, pues esto podría traer como consecuencia niños con baja tolerancia a la frustración e incluso que comiencen a usarla como una herramienta para la manipulación de los padres.
Hay que recordar siempre el ser firmes, los límites son amor. Y es la mejor manera de demostrarles a nuestros pequeños que todo tiene un porqué y una razón de ser, solo así podremos llevar una mejor convivencia con ellos.
Es necesario un trabajo en familia y en conjunto para que todas los agentes que participen en la educación y cianza del menor esten coordinados en las reglas y limites establecidos y con constancia y establecimiento claro de la comunicación se podra tener grandes resultados.